"¡Oh, mi adorada niña!"

(Finales del XIX-Principios del XX)



¡Oh mi adorada niña! 
Te diré la verdad: 
tus ojos me parecen 
brasas tras un cristal; 
tus rizos, negro luto, 
y tu boca sin par, 
la ensangrentada huella
del filo de un puñal.

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