"Entre pijos anda el juego"

María Sáenz



Les juro por Snoopy, queridos lectores, que este stress me tiene supermega «chof», «osea», ¿¿sabes, no??, tanto que he necesitado incluir palabras pijas para ampliar mi supermega vocabulario, «osea».
No se asusten, sí es cierto que tanto trabajo algún día va a acabar conmigo, pero todavía conservo algo de lucidez, no estoy «majareta». Esta semana, el Rincón del Buen Decir va a dedicar un apartado a hablar de ese vocabulario que nos rodea, que se mete en nuestras casa y se adueña de nuestros jóvenes, el vocabulario pijo. No, no se sienta ofendido nadie, pero reconózcanme que hay personas que utilizan mil y una vez la muletilla «osea», que repiten incansablemente el «súper» y que se les pone un tono de voz algo gangoso cuando pronuncian determinadas palabras. Esto es el vocabulario pijo.


Cada vez más, determinados grupos de la sociedad tienden a distinguirse, además de por la clase de ropa que usan, por el vocabulario que utilizan para comunicarse con sus semejantes. Independientemente de la clase social a la que se pertenezca, todos pueden llegar a un escalafón o a otro sólo tomando las palabras clave que permitan integrarse en el grupo en cuestión.

Hoy en día está muy extendido entre la sociedad un vocabulario al que muchos califican de «pijo» y que tiene determinadas peculiaridades tanto fonéticas como gramaticales que determinan a ciertas personas. Es cierto que actualmente este tipo de léxico se da más en jóvenes adolescentes que en adultos, pero de todo hay en la villa del Señor.

Es indudable que los jóvenes están creando nuevas formas de comunicación, nuevas palabras y expresiones con las que dotar de significado a sus más atrevidas inquietudes. Los adolescentes, al fin y al cabo, están innovando en el lenguaje. Básicamente el lenguaje «pijo» se caracteriza por utilizar repetitivamente los prefijos súper y mega, multiplicar las palabras de una frase con la muletilla «osea» e introducir términos ingleses como fashion o crazy. Pero, además de estas normas básicas, existen numerosas palabras, reales o inventadas, que completan la formación de un pijo hecho y derecho.

El Diccionario de la Real Academia recoge el término pijo como un adjetivo despectivo utilizado coloquialmente, y lo define como 'dicho de una persona que en su vestuario, modales, lenguaje, etc., manifiesta gustos propios de una clase social acomodada'. Con este significado aparece en nuestra literatura hacia el año 1979, en la obra de Jorge Martínez Reverte, Demasiado para Gálvez, según recoge el Corpus de referencia del español actual (CREA).

Pero actualmente, un pijo en nuestra sociedad no tiene necesidad de vestir de marca o con ropa cara propia de ricos, sino que basta con ir demasiado conjuntado, muy repeinado o comportarse de una forma determinada para que los que nos rodean nos llamen «pijos» creyendo que nos están insultando. Si hay algo que de verdad caracterice a estas personas es su forma de hablar.

En primer lugar hablaremos de la pronunciación. En el tono pijo predomina el alargamiento de la «s», tanto final como en el interior o al comienzo de palabra, algo así como «Esssss, ssssssssúper», sin dejar de soltar aire cuando se pronuncie. Además, se remarca notablemente la «l» final de las palabras (...): «Ideallllllll». Y es característico una pronunciación nasal de todas las frases.

VOCABULARIO

Los prefijos «súper» y «mega» dan mucho juego en este tipo de vocabulario. Solos, repetidos o acompañados sirven para expresar que algo que ha pasado es muy importante. Conocemos, por ejemplo la expresión «súper fuerte», su variante «mega fuerte» o la unión de ambas «supermega fuerte». Para dar el asombro que merece a un comentario es imprescindible utilizar la admiración ¡qué fuerte! Y si nuestro interlocutor todavía no sea desmayado por lo «mega» de la situación, siempre podemos acentuar nuestro comentario con un «super-hiper-mega fuerte». Aunque, cuando la incredulidad se hace dueña del hablante pijo no es de extrañar que se escuchen frases como «qué fuerte me parece» o «tía, lo flipo en colores».

Los juramentos son importantísimos para nuestros protagonistas de hoy. Y es que si alguien no muestra mucha credibilidad, imprescindible es que jure por Snoopy, aunque está ya bastante aceptada la versión en la que se jura y perjura por la cobertura del móvil, o aquella, algo más soez que lanza un juramento por las bragas de Mafalda.

En cuanto a halagos se refiere, nunca se escatima en detalles y palabras tomadas de otro idioma, normalmente el inglés, dando frases tan comunes como: «eres súper fashion», «estás divina de la muerte», «me molas mazo», «eres muy cool» o «esto es crazy». Aunque, la que se lleva la palma y más me ha gustado para incluir en mi vocabulario es aquella que dice «tía, eres la milk».

A la hora de pedir, no se cortan, ya sea para pipas o para ropa, una cara de niño bueno, acompañada de diminutivos como «porfi», «porfita» o «porfiplís» hace las delicias de cualquier padre con cartera en mano. Ahora, si papá no está dispuesto a soltar cincuenta euros para caprichos, la respuesta en cuestión sería algo así como «jo, papi, como te pasas, ¿no?».

Para comenzar cada una de las frases es peculiar utilizar la muletilla «osea», cerrando la intervención con un «¿no?» retórico que invita al oyente a quedarse compuesto y sin respuesta. Entre expresión y expresión es habitual introducir un «¿sabes?», en ocasiones eliminando la «b»: «¿saes?», de nuevo limitando al interlocutor a admitir o negar con la cabeza.

Por último, diremos algo sobre la forma de escribir mensajes de móvil o de comunicarse con los amigos por Internet. Y es que, si peculiar nos parecían las expresiones comentadas, mucho más es encontrar siglas de este tipo TQTC como síntesis de la expresión «tranqui que te cagas», o BF4E, «Best friends 4ever», entre otras.



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