"Los jóvenes de ahora no leen, no como nosotros que declamábamos el ‘Ulises’ en el recreo"

Lucía Taboada
13/11/2018

Fotograma de "El club de los poetas muertos" (1989) de Peter Weir

Lo encerraban y, una vez dentro de la habitación, lo obligaban a leer. Eso le confesó a mi madre uno de sus alumnos durante una tutoría en el colegio. Cuando sacaba malas notas su padre lo conducía hacia la habitación, ponía un libro sobre sus manos y sólo cuando era capaz de resumir el argumento de la obra podía salir del cuarto. El crío había desarrollado una importante animadversión hacia la lectura, claro. Los libros eran, literalmente, un castigo.

Cualquier cosa que lleve el adjetivo "obligatorio" es disuasorio. Hasta los placeres más mundanos dejarían de serlo si nos obligan a ejercerlos. Hasta los más futboleros terminarían por aborrecer el fútbol si le obligasen a ver el partido de los viernes cada viernes. En el instituto hay muchas cosas obligatorias y una de ellas es la lectura. Te obligan a leer libros henchidos de cultismos y frases subordinadas cuando puede que te estés iniciando en la lectura.

Yo recuerdo que en leí antes ‘El Libro del Buen Amor’ que el ‘Guardián entre el Centeno’. El primero era obligatorio en el colegio, el segundo no. El segundo me inspiró muchísimo más que el primero. Básicamente porque sentía más identificada con un chaval de dieciséis años expuesto a todas sus contradicciones que con cantares de gesta medievales.



No vengo aquí a hablar de la carta viral de Leonardo Haberkorn, entre otras cosas porque desconozco las circunstancias personales que le motivaron a escribirla, pero sobre todo porque el autor ha contado en Verne que el texto fue escrito en año 2015 y ha sido publicado incompleto y fuera de contexto. Vengo a hablar de las reacciones que ha suscitado.

Casi todas comienzan con una misma frase: "La juventud de hoy en día es". Completadla vosotros, hay infinitas opciones: "La juventud de hoy en día es maleducada", "la juventud de hoy en día no quiere aprender", "la juventud de hoy en día está todo el día con el móvil", “la juventud de hoy en día no lee”. No como la juventud de los ochenta que componía elegías en los recreos y a la que jamás castigaban por no prestar atención en las clases. O la juventud de los sesenta que era más de escribir acrósticos.

Sí, los jóvenes de hoy en día son lectores más acelerados, no-lineales, hipervinculados, sobreestimulados. Y sí, muchos son vagos y carecen de interés. Por eso el reto está, precisamente, en conseguir llamar y fijar su atención. Se podría hablar de metodologías caducas o, al menos, de planes de estudio que merece la pena que sean revisados. Se podría hacer una reflexión sobre las bondades de esos profesores que suben sus contenidos a Youtube, o introducen juegos de rol en las clases, o corrigen los exámenes con memes impresos. Se podría hablar de padres que son reacios a los cambios o de docentes que carecen de presupuestos para llevarlos a cabo. Pero, como siempre, es más sencillo culpar al joven porque ya no lee, ni presta atención a nada.

Y a pesar de la imagen casi fija de los adolescentes con sus caras pegadas a los teléfonos resulta que la ficción juvenil acumula muchos éxitos de ventas en los últimos años, sagas que han sido llevadas al cine como ‘Crepúsculo’ o ‘Los juegos del hambre’.

O, por ejemplo, según el informe sobre Hábitos de Lectura y Compra de Libros en España 2017, son los jóvenes de 14 a 24 años los que más se inscriben en bibliotecas—un 59,6% del total—y también son los usuarios más activos—un 68,6% del total—.  Es más, casi un 80% de los adolescentes de 15 a 18 años han pisado una biblioteca en el año 2017, lo que los convierte en el grupo de edad que más acude a las mismas .

La clave está en crear un vínculo entre los jóvenes y los libros. Esa conexión íntima que, una vez se crea, nunca más se va.

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