"Si hay alguien ahí que golpee dos veces..."
¿Puede una
presencia invisible adueñarse de una casa y aterrorizar a sus habitantes? A
primera vista, así parece ocurrir en las casas donde se manifiesta el fenómeno poltergeist. Este término, que en alemán
significa “duende alborotador”, es usado por los parapsicólogos para definir
los fenómenos insólitos de las casas embrujadas. Historiadores como Plinio el
Joven o Plutarco han dejado constancia de algunos de ellos y el mismísimo
fundador del protestantismo, Lutero, confesó haber sido testigo de fenómenos
paranormales acaecidos en la cárcel donde pasó una temporada.
La
lista de episodios de este tipo ha aumentado actualmente hasta la saciedad. En
muchos de los incidentes se puede hablar de fraude o alucinación de los
habitantes de las casas que creen oír ruidos fantasmales en lo que tan sólo son
gruñir de tuberías de agua o conducciones de gas. Pero en otros es difícil
hallar una explicación lógica.
Las
posibles causas del fenómeno han sido interpretadas de distinta manera con el
correr de los tiempos. En la Grecia clásica se atribuía a la acción de
espíritus desencarnados en busca de ayuda para obtener el reposo eterno. Por su
parte el folclore popular ha preferido imputar estas anomalías a duendes
traviesos con ganas de llamar la atención o importunar a los inquilinos de las
casas. El oscurantismo de la Edad Media prefirió cargárselas al diablo y el
moderno espiritismo, volvió a poner el énfasis en las ánimas en pena
El
interés por los fantasmas no ha hecho sino crecer en la actualidad, y son
muchas las teorías formuladas acerca de estos fenómenos. Una de ellas sostiene
que se trata de almas en pena. Esta teoría es defendida por quienes creen en la
vida de ultratumba e incluso algunos investigadores, como el psiquiatra
estadounidense Ian Stevenson. Según él, los fenómenos estarían ocasionados por
ánimas en pena que han sido asesinadas o han fallecido en el lugar de forma
violenta y buscan ayuda en los vivos para encontrar el reposo eterno. Parecen
avalar esta tesis algunos casos en los que se acaba hallando el cadáver del
supuesto fantasma. No obstante, en ellos el fantasma se comunica generalmente
con algún habitante de la casa, mientras que en los episodios de poltergeist
propiamente dicho el espíritu burlón tan sólo les molesta y aterroriza.
Elenanor
Sidgwick formuló una teoría llamada psicometría según la cual algunas personas
muy sensibles pueden recibir impresiones psíquicas al entrar en contacto con
espacios vinculados a personas desparecidas. En este caso los fenómenos
obedecerían a la sensibilidad extrema de alguno de los habitantes de la casa
que no haría sino despertar y materializar hechos pasados.
Hoy
la mayoría de los parapsicólogos sostienen que el origen de estos fenómenos
está en la mente de uno de las habitantes de las casas donde se manifiestan.
Varios factores les han llevado a esta teoría. Uno de ellos es el hecho de que
parecen existir dos tipos de casas embrujadas. El primero sería aquel en el que
los fenómenos parecen centrarse
únicamente en el lugar y van acompañados de apariciones espectrales. Mientras
que el segundo, al que podríamos llamar propiamente poltergeist, suele
centrarse más en una persona y los fenómenos la acompañan a su nueva vivienda
cuando se traslada. Para algunos investigadores del fenómeno como William G.
Roll –un parapsicólogo americano que, en la década de los 70 seleccionó 116
casos de los que se descartaba el fraude-, un buen número de casos obedece a la
acción inconsciente de una psique perturbada. La persona que los causa con su
mente suele tener una baja resistencia a la frustración y reprime al mismo
tiempo su instinto de agresión, por lo que los fenómenos paranormales serían,
según Roll, una válvula de escape a esa agresividad reprimida. En el marco de
esta hipótesis, cada vez son más los investigadores de todo el mundo que
relacionan estas manifestaciones con adolescentes que viven una situación
familiar insostenible. Esta teoría tiene cierta lógica, pero para que pueda
aceptarse como válida es necesario dar por sentado la existencia de una fuerza
psíquica capaz de influir sobre la materia, desplazar muebles, crear voces...
Una capacidad conocida en parapsicología como psicocinesia, cuyas posibilidades
la ciencia acaba de empezar a estudiar.
En
todo caso, y dado que los poltergeist pertenecen en parapsicología a la clase
de los fenómenos espontáneos, es decir, que su observación, investigación y
replicación en laboratorio es imposible, será difícil establecer
científicamente sus causas reales y por tanto combatirlas. En espera de ello,
quienes tengan la mala suerte de encontrar una “casa encantada” tienen tres
soluciones: aguantar con estoicismo, llamar a exorcistas o abandonarla.