"Clérigo devoto busca hembra placentera"
Abel Grau
No lo hacía para fanfarronear sino para dar ejemplo. O eso decía. El
clérigo más promiscuo de la literatura medieval española escribió sus
memorias para que todos aprendieran de su experiencia. Su Libro de buen amor (o Libro del Arcipreste)
recoge sus escarceos con monjas, pastoras, moras y jóvenes viudas con
el ánimo de advertir a los lectores de las sucias tretas del amor loco.
Ese que da mala fama y hace que las almas se pierdan. Pero cuidado con
el arcipreste, porque justo a continuación añade que, como el pecar es
humano, "si algunos, lo que non los consejo, quisieran usar del loco
amor, aquí hallarán algunas maneras para ello".
Maneras, ardides y estratagemas que abundan en estas confesiones
eróticas imaginarias escritas hacia 1340 por un tal Juan Ruiz (hacia
1283-1350), arcipreste de Hita (localidad al noreste de Madrid, en la provincia de Guadalajara ), de quien se ignora casi todo. Obra inclasificable, el Libro de buen amor
es una mezcla de sátira clerical, parodia literaria, tratado
didáctico-religioso y manual amatorio, todo ello empapado de un
extraordinario y procaz sentido del humor basado en la obsesión del
protagonista por yacer con "hembra placentera". Considerada una de las
cumbres de la literatura medieval española, su naturaleza sigue siendo
un enigma casi 700 años después. ¿Cuál es su objetivo? ¿A quién iba
dirigida? ¿A qué género pertenece?
"Pese a los esfuerzos eruditos y a veces brillantes de los mejores
críticos, ¿cómo es que no ha sido posible dar con la clave de sus
objetivos y criterios, de su ideología y cosmovisión, con el significado
de las confesiones de un sacerdote manifiestamente abarraganado?", se
pregunta el filólogo Anthony Zahareas en el prólogo de la nueva edición
crítica del Libro del arcipreste, un grueso volumen de 1.200
páginas elaborado junto a su colega Óscar Pereira Zazo, de la
Universidad de Nebraska-Lincoln (EEUU), y que acaba de publicar Akal.
El Libro de buen amor narra las andanzas de un clérigo que
vive en un dilema morrocotudo: seguir el buen amor (a Dios) o entregarse
al loco amor (carnal). Él se debe a su cristiano oficio de guiar las
almas hacia la virtud pero no puede reprimir el instinto de buscar
ayuntamiento con "hembra placentera". Y no lo tiene fácil. Como le
cuesta convencer a las candidatas, el arcipreste eleva una queja formal
al dios del amor por publicidad engañosa, desatención y malas prácticas.
La cosa cambia cuando contrata alcahuetas, grandes intercesoras del
trato amoroso medieval. Su favorita es la astuta Trotaconventos, con la
que establece una provechosa sociedad.
En pleno ocaso medieval, los requiebros amorosos son reflejados en la
literatura con un carácter descarnadamente terrestre. "De hecho"
-explica Pereira a través del correo electrónico- en el Libro
"las aventuras amorosas se estructuran como un intercambio mediado de
deseos y necesidades, en forma semejante a cómo el mercader media entre
quien tiene algo que ofrecer y quien tiene algún deseo o necesidad".
Luego la intercesión de las alcahuetas da sus frutos y el clérigo logra
sus conquistas, como hace el joven don Melón, que engatusa a doña
Endrina. O el propio Arcipreste, que seduce a la esquiva monja doña
Garoza. El clérigo incluso llega a ser requerido carnalmente por
asilvestradas pastoras en plena sierra. Se trata de una aproximación
desenfadada a los encuentros carnales muy similar al de los coetáneos Cuentos de Canterbury, de Geofrey Chaucer, y Decamerón, de Giovanni Boccaccio.
Con todo, el Libro no es un texto sencillo. Primero hay que
enfrentarse al castellano del siglo XIV, algo que puede resultar
disuasorio (muchos lectores se han acercado al texto gracias a la
excelente traducción al castellano moderno que elaboró la
filóloga María Brey Mariño en los años sesenta). Y luego están las
muchas referencias de un poema trufado de proverbios, fábulas y
alegorías que pertenecen a una cultura muy lejana, como es la medieval,
según advierte Pereira.
Por ello la nueva edición acomete un asedio casi línea a línea de las
1.720 estrofas del poema, escrito sobre todo en coplas alejandrinas
monorrimas. Son 600 páginas que glosan las abundantes cuestiones
históricas, sociales y literarias contenidas en cada verso. Una
exuberancia referencial nada sorprendente en una obra que bebe de un
caudal literario que va desde la Biblia a la poesía goliárdica (versos
satíricos compuestos por monjes), pasando por el poeta latino Ovidio,
los fabliaux (cuentos procaces juglarescos) y la literatura árabe.
Son numerosos los episodios complejos. Uno es el combate entre Carnal
y Cuaresma, que alegoriza la contienda entre el amor erótico y la
abstinencia. Así, las fuerzas terrenales del exuberante Don Carnal, con
sus lugartenientes Tocino y Cecina, se enfrentan a las hordas acuáticas
de Doña Cuaresma, de "hundidas mejillas", flanqueada por sus temibles
congrio, atún, pulpo y salmón. Una batalla de huestes semejante a un
cruce entre el Señor de los anillos y las delirantes pinturas
de El Bosco. Es una lid que ilustra la irreprimible tensión interna del
clérigo y que al mismo tiempo escenifica el quid de todo el libro.
Otros pasajes sustanciosos son la disquisición sobre el amor como
instigador de los siete pecados capitales, los consejos sobre el arte de
seducir que ofrece la diosa Venus al arcipreste (donde el dinero, ay,
juega un papel crucial) y el pleito entre el lobo y la zorra ante el
juez Simio, que parodia la terminología legal medieval. Luego está el
combate dialéctico entre Trotaconventos y doña Garoza. La alcahueta
intenta convencerla de que ceda a la llamada del arcipreste y la monja
se esfuerza por defenderse, en un intercambio de fábulas
ejemplarizantes. Son episodios en los que abundan las claves que es
necesario interpretar, tal como avisa el narrador. "Son, las de Buen
Amor, razones encubiertas;/ medita donde hallares señal y lección
ciertas,/si la razón entiendes y la intención aciertas,/ donde ahora
maldades, quizá consejo adviertas"
Texto nacido antes de la modernidad, cuando no existía diferenciación
clara entre las modalidades de la escritura, es una amalgama de
contenidos de alcance enciclopédico. "Hoy en día diríamos que es
literatura de ficción, pero también tratado filosófico y científico
donde se dirimen cuestiones relacionadas con la moral, la política, la
psicología, la naturaleza humana, etcétera, etcétera", añade Pereira, a
través del correo electrónico. "En este sentido El libro del Arcipreste sólo tiene parangón con textos como La Celestina o El Quijote, o la obra completa de un Galdós, un Goytisolo o un Sánchez Ferlosio".
En todo caso, el provecho de la lectura siempre depende de cada
lector. Ya lo advierte el autor (en traducción de Brey Mariño): "De
músico instrumento yo, libro, soy pariente:/ si tocas bien o mal te diré
ciertamente;/ en lo que te interese, con sosiego detente/ y si sabes
pulsarme, me tendrás en la mente".