Joaquín Tamargo Del blog Paraíso no fiscal (...) ¿Qué es un cani realmente? Bueno, un cani es una persona que está las veinticuatro horas del día (y alguno dijo en su día que por la noche también) escuchando reggaeton. Va vestido completamente barroco, llevando todo recargadísimo, tanto el cani en sí como su coche. (...) El cani es el que lleva la gorra de béisbol con su peinado típico a lo mohicano, el chándal, el abrigo, el altavoz (aunque también valga el móvil, con el altavoz puesto), los oros, los zapatos con muelles, las plataformas… Y por último, dos puntos extraídos de la Frikipedia:
Gianni Rodari (1920-1980) "Cuentos largos como una sonrisa" En tiempos muy antiguos, la ciudad de Huma estaba dominada por el tirano Kum, de una fuerza excepcional, rico y cruel. Huma había conocido otros tiranos, pero ninguno dotado de una fantasía tan perversa. Una mañana, Kum mandó llamar a su Primer Consejero, un tal Men. –¿Quién soy yo? –preguntó Kum a Men, con voz amenazadora. –Vos sois nuestro señor y dueño. –Bien dicho –rugió Kum–. Y si hubieras contestado de otra manera, habría mandado cortarte la cabeza. Y, ahora, dime: ¿quién es el dueño de Huma? –Vos sois el dueño de la ciudad y de todos los ciudadanos. Hasta el último cabello que nos crece en la cabellera os pertenece.
José Luis Coll (1931-2007) El diccionario de Coll Abantronar: Dejar, desamparar a una persona o cosa, en día de tormenta. Abarrimiento : Cansancio, fatiga, fastidio o molestia que siente el encargado del servicio de limpieza. Abdamen : Cavidad que en el cuerpo de las mujeres contiene principalmente los intestinos. Abiertamiente : Que miente con toda franqueza y sin reserva. Abundiente : Que posee dientes en cantidad copiosa, numerosa. Acagóse : Final violento o trágico, después de una abundante o desordenada comida. Acobordar : Amedrentar, causar o poner miedo, mientras se adorna la tela con bordaduras o filigranas de hilatura. Acojinamiento : Sentir pavor ante los cojines. Esta sensación era frecuente entre los sultanes y emires del Califato de Córdoba, cuando las innumerables mujeres del harén se aproximaban al marido con pretensiones de ser poseídas. Acondonar : Ceñir o sujetar con un condón. Acoñar : Fabri...
Enrique Anderson Imbert (1910-2000) La sandía y otros cuentos Perseguido por la banda de terroristas Malcolm corrió y corrió por las calles de esa ciudad extraña. Eran casi las doce de la noche. Ya sin aliento se metió en una casa abandonada. Cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad vio, en un rincón, a un muchacho todo asustado. —¿A usted también lo persiguen? —Sí —dijo el muchacho. —Venga. Están cerca. Vamos a escondernos. En esta maldita casa tiene que haber un desván... Venga. Ambos avanzaron, subieron unas escaleras y entraron en un altillo. —Espeluznante, ¿no? —murmuró el muchacho, y con un pie empujó la puerta. El cerrojo, al cerrarse sonó con un clic exacto, limpio y vibrante. —¡Ay, no debió cerrarla! Ábrala otra vez. ¿Cómo vamos a oírlos si vienen? El muchacho no se movió. Malcolm, entonces, quiso abrir la puerta, pero no tenía picaporte. El cierre, por dentro, era hermético. —¡Dios mío! Nos hemos quedado encerrados. —¿Nos? —dijo el...
J.W. Goethe (1749-1832) Las desventuras del joven Werther Es cosa resuelta, Carlota: quiero morir y te lo participo sin ninguna exaltación romántica, con la cabeza tranquila, el mismo día en que te veré por última vez. Cuando leas estas líneas, mi adorada Carlota yacerán en la tumba los despojos del desgraciado que en los últimos instantes de su vida no encuentra placer más dulce que el placer de pensar en ti. He pasado una noche terrible: con todo, ha sido benéfica, porque ha fijado mi resolución. ¡Quiero morir! Al separarme ayer de tu lado, un frío inexplicable se apoderó de todo mi ser; refluía mi sangre al corazón, y respirando con angustiosa dificultad pensaba en mi vida, que se consume cerca de ti, sin alegría, sin esperanza. ¡Ah!, estaba helado de espanto. Apenas pude llegar a mi alcoba, donde caí de rodillas, completamente loco. ¡Oh Dios mío!, tú me concediste por última vez el consuelo de llorar. Pero ¡qué lágrimas tan amargas! Mil i...
Antonio Gala El corazón tardío (1998) Yo no creo haber hecho nada malo esta mañana… Me parecieron todos muy nerviosos. Iban y venían por los pasillos, esquivándose unos a otros. Ella le gritaba a la madre de él, y los dos niños, con las manos llenas de cosas, entraban en el dormitorio de los padres, que yo tengo prohibido. La pequeña –la más amiga mía- chocó contra mí dos o tres veces. Yo le buscaba los ojos, porque es la mejor manera que tengo de entenderlos: los ojos y las manos. El resto del cuerpo ellos lo saben dominar y, si se lo proponen, pueden engañarte y engañarse entre sí; pero las manos y los ojos, no. Sin embargo, esta mañana mi pequeña no me quería mirar. Sólo después de ir detrás de ella mucho tiempo, en aquel vaivén desacostumbrado, me dijo: "Drake, no me pongas nerviosa. ¿No ves que nos vamos de veraneo, y están los equipajes sin hacer?". Pero no me tocó ni me miró.
Félix Mª de Samaniego (1745-1801) Llevaba en la cabeza una lechera el cántaro al mercado con aquella presteza, aquel aire sencillo, aquel agrado, que va diciendo a todo el que lo advierte ¡Yo sí que estoy contenta con mi suerte! Porque no apetecía más compañía que su pensamiento, que alegre le ofrecía inocentes ideas de contento. Marchaba sola la feliz lechera, y decía entre sí de esta manera: "Esta leche vendida, en limpio me dará tanto dinero, y con esta partida un canasto de huevos comprar quiero, para sacar cien pollos, que al estío merodeen cantando el pío, pío" "Del importe logrado de tanto pollo mercaré un cochino; con bellota, salvado, berza, castaña engordará sin tino; tanto que puede ser que yo consiga ver como se le arrastra la barriga" "Llevarélo al mercado: sacaré de él sin duda buen dinero; compraré de contado una robusta vaca y un ternero, que salte y corra toda la campaña, hasta el monte cercano a la cabaña". Con este pensam...
Juan Ruiz, Arcipreste de Hita. Siglo XIV: Libro de Buen Amor Hace siempre mal tiempo en la sierra y en la altura, o nieva o está helando, no hay jamás calentura; en lo alto del puerto sopla ventisca dura, viento con gran helada, rocío y gran friura. Como el hombre no siente tanto frío si corre, corrí la cuesta abajo, mas, si apedreas torre, te cae la piedra encima, antes que salgas horre. Yo dije: -Estoy perdido, si Dios no me socorre. Desde que yo nací no pasé tal peligro: llegando al pie del puerto me encontré con un vestiglo el más grande fantasma que se ha visto en el siglo, yegüeriza membruda, talle de mal ceñiglo. Con la cuita del frío y de la gran helada, le rogué que aquel día me otorgase posada. Díjome que lo haría si le fuese pagada; di las gracias a Dios, nos fuimos a Tablada. Sus miembros y su talle no son para callar, me podéis creer, era gran yegua caballar; quien con ella luchase mal se habría de hallar, s...
José Zorrilla (1817-1823) Don Juan Tenorio ACTO IV-Escena III D. JUAN: ¡Cálmate, pues, vida mía! Reposa aquí; y un momento olvida de tu convento la triste cárcel sombría. ¡Ah! ¿No es cierto, ángel de amor, que en esta apartada orilla más pura la luna brilla y se respira mejor? Esta aura que vaga, llena de los sencillos olores de las campesinas flores que brota esa orilla amena; esa agua limpia y serena que atraviesa sin temor la barca del pescador que espera cantando el día, ¿no es cierto, paloma mía, que están respirando amor?(…)
Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764) Teatro Crítico Universal (1726-1739) Siempre la moda fue la moda. Quiero decir que siempre el mundo fue inclinado a los nuevos usos. Esto lo lleva de suyo la misma naturaleza. Todo lo viejo fastidia. El tiempo todo lo destruye. A lo que no quita la vida, quita la gracia… Piensan algunos que la variación de las modas depende de que sucesivamente se va refinando más el gusto, o la inventiva de los hombres cada día es más delicada. ¡Notable engaño! No agrada la moda nueva por mejor, sino por nueva. Aún dije demasiado. No agrada porque es nueva, sino porque se juzga que lo es, y por lo común se juzga mal. Los modos de vestir que hoy llamamos nuevos, por la mayor parte son antiquísimos. […] Pero, aunque en todos tiempos reinó la moda, está sobre muy distinto pie en éste que en los pasados su imperio. Antes el gusto mandaba en la moda, ahora la moda manda en el gusto. Ya no se deja un modo de vestir porque fastidia, ni porque el nuevo par...