El conjuro de Celestina (adaptación)
La Celestina , ACTO III
Siglo XV
```[TEXTO ADAPTADO]
CELESTINA.-
Elicia, sube enseguida al desván y baja aquí el bote del aceite serpentino que
hallarás colgado del pedazo de la soga que traje del campo la otra noche,
cuando llovía y estaba oscuro. Y abre el arca de los hilos, y a mano derecha
hallarás un papel escrito con sangre de murciélago, debajo de aquel ala de
dragón al que sacamos ayer las uñas. Ten cuidado no derrames el agua de mayo.
ELICIA.-
Madre, el papel no está donde dices; jamás te acuerdas de dónde guardas las
cosas.
CELESTINA.-
No me riñas, por Dios, en mi vejez. No me maltrates, Elicia. No te hagas la
interesante porque esté aquí Sempronio, que más me quiere a mí por consejera
que a ti por amiga, aunque tú le ames mucho. Entra en la cámara de los
ungüentos, y en la pelleja del gato negro, donde te mandé meter los ojos de la
loba, lo encontrarás, y baja la sangre del cabrón y unas poquitas barbas de las
que tú le cortaste.
ELICIA.-
Toma, madre, aquí lo tienes; yo me subo, con Sempronio, arriba.
CELESTINA.-
Te conjuro, triste Plutón, señor de la profundidad infernal, emperador de la
Corte dañada, capitán soberbio de los condenados ángeles, señor de los
sulfúreos fuegos, que los hirvientes étnicos montes manan, gobernador y proveedor
de los tormentos y atormentadores de las almas pecadoras, administrador de
todas las cosas negras, mantenedor de las harpías voladoras, con toda la otra
compañía de terroríficas y pavorosas hidras. Yo, Celestina, tu protegida más
conocida, te conjuro por la virtud y fuerza de estas letras rojas; por la
sangre de aquella ave nocturna con que están escritas; por la gravedad de estos
nombres y signos que en este papel están escritos; por el áspero veneno de las
víboras con que este aceite fue hecho, con el cual unto este hilado. Te conjuro
para que vengas sin tardanza a obedecer mi voluntad y en este hilado te
envuelvas y en él estés sin ausentarte ni un momento, hasta que Melibea, cuando
yo tenga oportunidad, lo compre, y quede de tal manera enredada en él que,
cuanto más lo mire, tanto más se ablande su corazón, y se lo abras, y lo lastimes
con un crudo y fuerte amor por Calisto, tanto que, olvidando toda su
honestidad, se descubra a mí y premie mis visitas y el mensaje que le lleve. Y cuando
hayas hecho esto, pídeme y ordéname lo que quieras. Si no lo haces enseguida,
me tendrás por tu principal enemiga; y heriré
con luz tus cárceles tristes y oscuras; descubriré cruelmente tus continuas
mentiras; delataré con mis ásperas
palabras tu horrible nombre. Y otra y otra vez te conjuro. Y así, confiando en
mi gran poder, me voy para allá con mi hilado, donde creo que te llevo ya
envuelto.