El conjuro de Celestina (adaptación)

                                                            FERNANDO DE ROJAS

La Celestina ACTO III

Siglo XV

```[TEXTO ADAPTADO]


CELESTINA.- Elicia, sube enseguida al desván y baja aquí el bote del aceite serpentino que hallarás colgado del pedazo de la soga que traje del campo la otra noche, cuando llovía y estaba oscuro. Y abre el arca de los hilos, y a mano derecha hallarás un papel escrito con sangre de murciélago, debajo de aquel ala de dragón al que sacamos ayer las uñas. Ten cuidado no derrames el agua de mayo.

ELICIA.- Madre, el papel no está donde dices; jamás te acuerdas de dónde guardas las cosas.

CELESTINA.- No me riñas, por Dios, en mi vejez. No me maltrates, Elicia. No te hagas la interesante porque esté aquí Sempronio, que más me quiere a mí por consejera que a ti por amiga, aunque tú le ames mucho. Entra en la cámara de los ungüentos, y en la pelleja del gato negro, donde te mandé meter los ojos de la loba, lo encontrarás, y baja la sangre del cabrón y unas poquitas barbas de las que tú le cortaste.

ELICIA.- Toma, madre, aquí lo tienes; yo me subo, con Sempronio, arriba.

CELESTINA.- Te conjuro, triste Plutón, señor de la profundidad infernal, emperador de la Corte dañada, capitán soberbio de los condenados ángeles, señor de los sulfúreos fuegos, que los hirvientes étnicos montes manan, gobernador y proveedor de los tormentos y atormentadores de las almas pecadoras, administrador de todas las cosas negras, mantenedor de las harpías voladoras, con toda la otra compañía de terroríficas y pavorosas hidras. Yo, Celestina, tu protegida más conocida, te conjuro por la virtud y fuerza de estas letras rojas; por la sangre de aquella ave nocturna con que están escritas; por la gravedad de estos nombres y signos que en este papel están escritos; por el áspero veneno de las víboras con que este aceite fue hecho, con el cual unto este hilado. Te conjuro para que vengas sin tardanza a obedecer mi voluntad y en este hilado te envuelvas y en él estés sin ausentarte ni un momento, hasta que Melibea, cuando yo tenga oportunidad, lo compre, y quede de tal manera enredada en él que, cuanto más lo mire, tanto más se ablande su corazón, y se lo abras, y lo lastimes con un crudo y fuerte amor por Calisto, tanto que, olvidando toda su honestidad, se descubra a mí y premie mis visitas y el mensaje que le lleve. Y cuando hayas hecho esto, pídeme y ordéname lo que quieras. Si no lo haces enseguida, me tendrás por tu principal enemiga;  y heriré con luz tus cárceles tristes y oscuras; descubriré cruelmente tus continuas mentiras; delataré  con mis ásperas palabras tu horrible nombre. Y otra y otra vez te conjuro. Y así, confiando en mi gran poder, me voy para allá con mi hilado, donde creo que te llevo ya envuelto.

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