Joaquín Tamargo Del blog Paraíso no fiscal (...) ¿Qué es un cani realmente? Bueno, un cani es una persona que está las veinticuatro horas del día (y alguno dijo en su día que por la noche también) escuchando reggaeton. Va vestido completamente barroco, llevando todo recargadísimo, tanto el cani en sí como su coche. (...) El cani es el que lleva la gorra de béisbol con su peinado típico a lo mohicano, el chándal, el abrigo, el altavoz (aunque también valga el móvil, con el altavoz puesto), los oros, los zapatos con muelles, las plataformas… Y por último, dos puntos extraídos de la Frikipedia:
José Luis Coll (1931-2007) El diccionario de Coll Abantronar: Dejar, desamparar a una persona o cosa, en día de tormenta. Abarrimiento : Cansancio, fatiga, fastidio o molestia que siente el encargado del servicio de limpieza. Abdamen : Cavidad que en el cuerpo de las mujeres contiene principalmente los intestinos. Abiertamiente : Que miente con toda franqueza y sin reserva. Abundiente : Que posee dientes en cantidad copiosa, numerosa. Acagóse : Final violento o trágico, después de una abundante o desordenada comida. Acobordar : Amedrentar, causar o poner miedo, mientras se adorna la tela con bordaduras o filigranas de hilatura. Acojinamiento : Sentir pavor ante los cojines. Esta sensación era frecuente entre los sultanes y emires del Califato de Córdoba, cuando las innumerables mujeres del harén se aproximaban al marido con pretensiones de ser poseídas. Acondonar : Ceñir o sujetar con un condón. Acoñar : Fabri...
Anónimo Lazarillo de Tormes (1554) Otro día, no pareciéndome estar allí seguro, fuime a un lugar que llaman Maqueda, adonde me toparon mis pecados con un clérigo que, llegando a pedir limosna, me preguntó si sabía ayudar a misa. Yo dije que sí, como era verdad; que, aunque maltratado, mil cosas buenas me mostró el pecador del ciego, y una dellas fue ésta. Finalmente, el clérigo me recibió por suyo. Escapé del trueno y di en el relámpago, porque era el ciego para con éste un Alejandro Magno, con ser la mesma avaricia, como he contado. No digo más sino que toda la laceria del mundo estaba encerrada en éste. No sé si de su cosecha era, o lo había anexado con el hábito de clerecía.
José Zorrilla (1817-1823) Don Juan Tenorio ACTO IV-Escena III D. JUAN: ¡Cálmate, pues, vida mía! Reposa aquí; y un momento olvida de tu convento la triste cárcel sombría. ¡Ah! ¿No es cierto, ángel de amor, que en esta apartada orilla más pura la luna brilla y se respira mejor? Esta aura que vaga, llena de los sencillos olores de las campesinas flores que brota esa orilla amena; esa agua limpia y serena que atraviesa sin temor la barca del pescador que espera cantando el día, ¿no es cierto, paloma mía, que están respirando amor?(…)
Anónimo Lazarillo de Tormes (1554) Andando así discurriendo de puerta en puerta, con harto poco remedio, porque ya la caridad se subió al cielo, topóme Dios con un escudero que iba por la calle, con razonable vestido, bien peinado, su paso y compás en orden. Miróme, y yo a él, y díjome: -Muchacho, ¿buscas amo? Yo le dije: -Sí, señor. -Pues vente tras mí -me respondió-, que Dios te ha hecho merced en topar conmigo; alguna buena oración rezaste hoy. Y seguíle, dando gracias a Dios por lo que le oí, y también que me parecía, según su hábito y continente, ser el que yo había menester.
Iker Peña Hernández Del blog RELATOS DE TINTA-E Los 2000 son sinónimo de música electro, pantalones de campana, pitillos y plataformas, pero también de chonis y canis. ¿Qué es ser una choni? ¿Y un cani? ¿Qué les diferencia del resto? Ambos llaman la atención a kilómetros de distancia y su vocabulario se reduce a las mil palabras, la mayoría malsonantes e inventadas.
Gabriel Celaya (1911-1991) Cantos Iberos , 1955 Sancho-bueno, Sancho-arcilla, Sancho-pueblo, tu lealtad se supone, tu aguante parece fácil, tu valor tan obligado como en la Mancha lo eterno. Sancho-vulgar, Sancho-hermano, Sancho, raigón de mi patria que aún con dolores perduras, y, entre cínico y sagrado, pones tu pecho a los hechos, buena cara a malos tiempos. Sancho que damos por nada, mas presupones milenios de humildad bien aceptada, no eres historia, te tengo como se tiene la tierra patria y matria macerada. Sancho-vulgo, Sancho-nadie, Sancho-santo, Sancho de pan y cebolla, trabajado por los siglos de los siglos, cotidiano, vivo y muerto, soterrado.
Pedro Muñoz-Seca (1879-1936) La venganza de Don Mendo (1918) (Mendo, apuesto caballero como de treinta años, bien vestido y mejor armado.) MAGDALENA.– (Yendo hacia él y cayendo en sus brazos.) ¡Don Mendo! MENDO.– (Declamando tristemente.) ¡Magdalena! Hoy no vengo a tu lado cual otras noches, loco, apasionado... porque hoy traigo una pena que a mi pecho destroza, Magdalena. MAGDALENA.– ¿Tú triste? ¿Tú apenado? ¿Tú sufriendo? ¿Pero qué estoy oyendo? Relátame tus cuitas, ¡oh, don Mendo! (Ofreciéndole una dura banqueta, bastante incómoda.) Acomódate aquí. MENDO.– Preferiría aquél, de cuero, blando catrecillo, pues del arzón, sin duda, vida mía, tengo no sé si un grano o un barrillo. MAGDALENA.– ¡Y has venido sufriendo! MENDO.– ¡Mucho!... ¡Mucho! MAGDALENA.– ¿Cómo no quieres, di, que te idolatre? Apóyate en mi brazo, ocupa el catre y cuéntame tu mal, que ya te escucho. (Ocupa don Mendo un catrec...
Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616) El ingenioso hidalgo D. Quijote de la Mancha Soberana y alta señora: El herido de punta de ausencia, y el llagado de las telas del corazón, dulcísima Dulcinea del Toboso, te envía la salud que él no tiene. Si tu fermosura me desprecia, si tu valor no es en mi pro, si tus desdenes son en mi afincamiento, maguer que yo sea asaz de sufrido, mal podré sostenerme en esta cuita, que además de ser fuerte es muy duradera. Mi buen escudero Sancho te dará entera relación, ¡oh bella ingrata, amada enemiga mía!, del modo que por tu causa quedo. Si gustares de socorrerme, tuyo soy; y si no, haz lo que te viniere en gusto, que con acabar mi vida habré satisfecho a tu crueldad y a mi deseo. Tuyo hasta la muerte, ...
J.W. Goethe (1749-1832) Las desventuras del joven Werther Es cosa resuelta, Carlota: quiero morir y te lo participo sin ninguna exaltación romántica, con la cabeza tranquila, el mismo día en que te veré por última vez. Cuando leas estas líneas, mi adorada Carlota yacerán en la tumba los despojos del desgraciado que en los últimos instantes de su vida no encuentra placer más dulce que el placer de pensar en ti. He pasado una noche terrible: con todo, ha sido benéfica, porque ha fijado mi resolución. ¡Quiero morir! Al separarme ayer de tu lado, un frío inexplicable se apoderó de todo mi ser; refluía mi sangre al corazón, y respirando con angustiosa dificultad pensaba en mi vida, que se consume cerca de ti, sin alegría, sin esperanza. ¡Ah!, estaba helado de espanto. Apenas pude llegar a mi alcoba, donde caí de rodillas, completamente loco. ¡Oh Dios mío!, tú me concediste por última vez el consuelo de llorar. Pero ¡qué lágrimas tan amargas! Mil i...