¡De miedo!

 Ruth Mayayo


El negro y el naranja son sus colores. Y la calabaza, su símbolo por excelencia. Se trata de la fiesta de Halloween, una tradición celta adoptada por los estadounidenses y que han sabido exportar a través de sus películas.

En España, ha pasado de ser una fiesta casi desconocida hace unos 15 años a estar presente en la mayoría de los locales del marcha y hasta en los centros escolares. A lo primero, ha contribuido el tirón comercial que tiene el hecho de organizar fiestas de disfraces, tematizadas con motivos de terror. De hecho, los parques temáticos que celebran Halloween estos días registran una gran afluencia de gente y cuentan con programación especial. Y es que el terror vende. Es el poder de la adrenalina del miedo.
Por otra parte, su popularización entre los más pequeños se debe a la proliferación de los colegios bilingües de inglés, que imparten programas biculturales, en los que se incluyen las celebraciones anglosajonas más importantes, como esta. Estos días, los centros bilingües de inglés de Aragón tienen una programación especial e invitan a sus alumnos a disfrazarse para sumarse a la celebración.
En España, al igual que en otros países de tradición católica, se da la circunstancia de que la celebración coincide con la celebración de Todos los Santos, día 1 de noviembre, fecha en la que se realiza una visita a donde yacen los seres queridos que ya han fallecido. Dicen que es el día del año en que más flores se venden, ya que todo el mundo lleva un ramo a sus difuntos.

Así pues, estas son fechas dedicadas a los que no están entre nosotros, o están de otra manera, o están pero no los vemos... Eso ya depende de las creencias de cada quien. La noche de Halloween es la del 31 de octubre, la noche de los espíritus, la víspera del Día de Todos los Santos. Se dice que la noche de Halloween, la puerta que separaba el mundo de los vivos del mas allá se abría y los espíritus de los difuntos hacían una procesión en los pueblos en los que vivían y visitaban las casas de sus familiares. Si había una vela en recuerdo de cada difunto, los espíritus no molestaban a sus familiares, si no era así, les hacían caer entre terribles pesadillas.

En el mundo literario y de las supersticiones, la noche siempre ha sido fuente de inspiración para las historias de terror. Y Halloween se ha convertido así en una noche de misterio, brujas, fantasmas, duendes, espíritus, con una pizca de ánimo festivo aderezado con buen humor. Un espacio para disfrutar de dulces, bromas, disfraces y películas de miedo, adornado por las famosas calabazas

El origen de las calabazas talladas con ojos y boca de forma terrorífica proviene de una leyenda de origen celta sobre Jack el tacaño (Stingy Jack en el original inglés), un granjero que engañaba y mentía a vecinos y amigos. Esta conducta le granjeó una reputación comparable a la del mismísimo Diablo. Y el Diablo, cuando se enteró, fue en persona a comprobar si era cierto lo que oía. Cuando Lucifer le dijo que venía a llevárselo para pagar por sus pecados, Jack le pidió tomar una ronda como última voluntad. El Diablo se lo concedió, pero al ir a pagar ninguno de los dos tenía dinero, así que Jack retó a Lucifer a convertirse en una moneda para pagar la ronda y demostrar sus poderes. Satanás lo hizo y Jack se metió la moneda en el bolsillo, donde llevaba un crucifijo de plata. Incapaz de salir de allí, el Diablo pidió al granjero que le dejara libre, pero Jack no lo haría a menos que prometiera volver al infierno para no molestarle durante un año. Al año siguiente, el Diablo apareció en casa de Jack para llevárselo, pero Jack pidió un último deseo, que el Diablo cogiera una manzana de lo alto de un árbol. Cuando Satanás estaba en el árbol, Jack talló una cruz en su tronco para que no pudiera escapar. En esta ocasión, Jack le pidió no ser molestado en diez años y que nunca pudiera reclamar su alma. Pero al morir, en el Cielo le negaron el paso por su vida pasada. Y como al Infierno no podía entrar debido al trato que había realizado con el Diablo, se le condenó a deambular por los caminos, entre los reinos del Bien y del Mal, con un nabo hueco con un carbón ardiendo dentro como única luz. Posteriormente, el nabo se sutituyó por una calabaza y el carbón, por una vela. Y con el paso del tiempo, Jack el tacaño fue conocido como Jack el de la linterna.

La tradición ha ido evolucionando, pero la calabaza se mantiene como símbolo central. Y este sábado, seguro que miles de niños en distintos países llaman a las puertas de sus vecinos para conseguir un dulce entonando el conocido: "¿Truco o trato?".

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