Los amantes de Teruel: la leyenda medieval
Leyenda popular aragonesa
Versión adaptada del Papel de Letra Antigua,
fechable a finales del siglo XIV
y recogida en la página de la Fundación Amantes de Teruel
En Teruel, un joven llamado Juan
Martínez de Marcilla se enamoró de Isabel de Segura, hija de Pedro Segura.
El padre no tenía otra hija y era muy rico. Los jóvenes se amaban
mucho, hasta el punto que se hablaron. El joven le dijo que la
deseaba tomar por esposa; ella respondió que el deseo de ella era el
mismo, pero que supiese que nunca lo haría sin que su padre y madre
se lo mandasen. Entonces, él la quiso más. El era un buen joven,
pero no tenía riquezas.
El joven dijo a la doncella que, como
su padre tan sólo le despreciaba por la falta de dinero, que si ella
lo quería esperar cinco años, él iría a trabajar por mar y por
tierra, donde poder ganar dinero. Ella se lo prometió.
Peleando contra los moros, ganó
pasados cinco años cien mil sueldos, por mar y por tierra.
La doncella en este tiempo fue muy
importunada por el padre para que tomase marido. Su respuesta era que
había prometido virginidad hasta que tuviese veinte años, diciendo que
las mujeres no debían casar hasta que pudiesen y supiesen regir su
casa. El padre, como la amaba, la quiso complacer.
Pasados los cinco años, el padre le
dijo: "Hija, mi deseo es que tomes compañía". Ella, viendo que el
plazo de los cinco años había pasado y no sabía nada del
enamorado, dijo que lo haría. En seguida el padre la desposó y al
poco tiempo se realizaron las bodas; y el otro llegó.
El enamorado se puso tras el lecho de
su amada ya desposada y le dijo: "Bésame que me muero", y ella repuso:
"No quiera Dios que yo falte a mi marido. Por la pasión de Jesucristo
os suplico que busquéis a otra, que de mí no hagáis cuenta, pues
si ha Dios no ha complacido, tampoco me complace a mí". El dijo otra
vez:"Bésame que me muero"; repuso ella: "No quiero".
Entonces él cayó muerto. Ella, que lo
veía como si fuera de día por la gran luz de la habitación, se
puso a temblar y despertó al marido diciendo que roncaba tanto que
le hacía sentir miedo, que le contase alguna cosa. Y él contó una historieta. Ella dijo que quería contar otra. Y le contó lo ocurrido y
de cómo con un suspiro Juan había muerto.
Dijo el marido: "¡Oh! Malvada, y ¿por
qué no lo has besado?" Repuso ella: "Por no faltar a mi marido".
"Ciertamente", dijo él, "eres digna de alabanzas."
El, todo alterado, se levantó y no
sabía qué hacer. Decía: "Si las gentes saben que aquí ha muerto,
dirán que yo lo he matado y seré puesto en gran apuro".
Acordaron esforzarse y lo llevaron a
casa de su padre. Lo hicieron con gran afán y no fueron oídos por
nadie…
A la joven le vino al pensamiento
cuánto la quería Juan y de cuánto había hecho por ella, y que por
no quererlo besar había muerto. Acordó ir a besarlo antes que lo
enterrasen; se fue a la iglesia del señor san Pedro, que allí lo
tenían. Las mujeres honradas se levantaron por ella. Ella no se
preocupó de otra cosa más que de ir hacia el muerto. Le descubrió
la cara apartando la mortaja, le besó tan fuerte que allí murió.
Las gentes que veían que ella, que no era parienta, estaba así
sobre el muerto, fueron para decirle que se quitase de allí pero
vieron que estaba muerta. El marido contó a todos a los que había
delante el caso según ella se lo había contado. Acordaron
enterrarlos juntos en una sepultura.
Los actos que aquí se hicieron fueron
muchos, aquí se ha puesto tan breve como veis.