Nacimiento de D. Quijote
(1547-1616)
El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha (1605)
Capítulo Primero: Que trata de la condición y ejercicio del famoso hidalgo D. Quijote de la Mancha
Y lo primero que hizo, fue limpiar unas armas, que habían sido de
sus bisabuelos, que, tomadas de orín y llenas de moho, luengos siglos había
que estaban puestas y olvidadas en un rincón. Limpiólas y aderezólas lo mejor
que pudo; pero vió que tenían una gran falta, y era que no tenía celada de
encaje, sino morrión simple; mas a esto suplió su industria, porque de cartones
hizo un modo de media celada, que encajada con el morrión, hacía una apariencia
de celada entera. Es verdad que para probar si era fuerte, y podía estar al
riesgo de una cuchillada, sacó su espada, y le dió dos golpes, y con el primero
y en un punto deshizo lo que había hecho en una semana: y no dejó de parecerle
mal la facilidad con que la había hecho pedazos, y por asegurarse de este peligro,
lo tornó a hacer de nuevo, poniéndole unas barras de hierro por de dentro de
tal manera, que él quedó satisfecho de su fortaleza; y, sin querer hacer nueva
experiencia de ella, la diputó y tuvo por celada finísima de encaje. Fue luego
a ver a su rocín, y aunque tenía más cuartos que un real, y más tachas que
el caballo de Gonela, que tantum pellis, et ossa fuit, le pareció que
ni el Bucéfalo de Alejandro, ni Babieca el del Cid con él se igualaban. Cuatro
días se le pasaron en imaginar qué nombre le podría: porque, según se decía él
a sí mismo, no era razón que caballo de caballero tan famoso, y tan bueno él
por sí, estuviese sin nombre conocido; y así procuraba acomodársele, de manera
que declarase quien había sido, antes que fuese de caballero andante, y lo
que era entones: pues estaba muy puesto en razón, que mudando su señor estado,
mudase él también el nombre; y le cobrase famoso y de estruendo, como convenía
a la nueva orden y al nuevo ejercicio que ya profesaba: y así después de muchos
nombres que formó, borró y quitó, añadió, deshizo y tornó a hacer en su memoria
e imaginación, al fin le vino a llamar ROCINANTE, nombre a su parecer alto,
sonoro y significativo de lo que había sido cuando fue rocín, antes de lo que
ahora era, que era antes y primero de todos los rocines del mundo. Puesto nombre
y tan a su gusto a su caballo, quiso ponérsele a sí mismo, y en este pensamiento,
duró otros ocho días, y al cabo se vino a llamar DON QUIJOTE, de donde como
queda dicho, tomaron ocasión los autores de esta tan verdadera historia, que
sin duda se debía llamar Quijada, y no Quesada como otros quisieron decir.
Pero acordándose que el valeroso Amadís, no sólo se había contentado con llamarse
Amadís a secas, sino que añadió el nombre de su reino y patria, por hacerla
famosa, y se llamó Amadís de Gaula, así quiso, como buen caballero, añadir
al suyo el nombre de la suya, y llamarse DON QUIJOTE DE LA MANCHA, con que
a su parecer declaraba muy al vivo su linaje y patria, y la honraba con tomar
el sobrenombre della.
Limpias, pues, sus armas, hecho del morrión celada, puesto nombre a su rocín,
y confirmándose a sí mismo, se dió a entender que no le faltaba otra cosa,
sino buscar una dama de quien enamorarse, porque el caballero andante sin amores,
era árbol sin hojas y sin fruto, y cuerpo sin alma. Decíase él: si yo por malos
de mis pecados, por por mi buena suerte, me encuentro por ahí con algún gigante,
como de ordinario les acontece a los caballeros andantes, y le derribo de un
encuentro, o le parto por mitad del cuerpo, o finalmente, le venzo y le rindo, ¿no
será bien tener a quién enviarle presentado, y que entre y se hinque de rodillas
ante mi dulce señora, y diga con voz humilde y rendida: yo señora, soy el gigante
Caraculiambro, señor de la ínsula Malindrania, a quien venció en singular batalla
el jamás como se debe alabado caballero D. Quijote de la Mancha, el cual me
mandó que me presentase ante la vuestra merced, para que la vuestra grandeza
disponga de mí a su talante? ¡Oh, cómo se holgó nuestro buen caballero, cuando
hubo hecho este discurso, y más cuando halló a quién dar nombre de su dama!
Y fue, a lo que se cree, que en un lugar cerca del suyo había una moza labradora
de muy buen parecer, de quien él un tiempo anduvo enamorado, aunque según se
entiende, ella jamás lo supo ni se dió cata de ello. Llamábase Aldonza Lorenzo,
y a esta le pareció ser bien darle título de señora de sus pensamientos; y
buscándole nombre que no desdijese mucho del suyo, y que tirase y se encaminase
al de princesa y gran señora, vino a llamarla DULCINEA DEL TOBOSO, porque era
natural del Toboso, nombre a su parecer músico y peregrino y significativo,
como todos los demás que a él y a sus cosas había puesto.