Tratado I: el ciego y las uvas
Anónimo
Lazarillo de Tormes (1554)
Acaeció que llegando a un lugar que llaman Almorox, al tiempo que cogían las
uvas, un vendimiador le dio un racimo dellas en limosna, y como suelen ir
los cestos maltratados y también porque la uva en aquel tiempo está muy
madura, desgranábasele el racimo en la mano; para echarlo en el fardel
tornábase mosto, y lo que a él se llegaba. Acordó de hacer un banquete, ansí
por no lo poder llevar como por contentarme, que aquel día me había dado
muchos rodillazos y golpes. Sentámonos en un valladar y dijo:
"Agora quiero yo usar contigo de una liberalidad, y es que ambos comamos
este racimo de uvas, y que hayas dél tanta parte como yo. Partillo hemos
desta manera:
tú picarás una vez y yo otra; con tal que me prometas no tomar cada vez más
de una uva, yo haré lo mesmo hasta que lo acabemos, y desta suerte no habrá
engaño."
Hecho ansí el concierto, comenzamos; mas luego al segundo lance; el traidor
mudó de propósito y comenzó a tomar de dos en dos, considerando que yo
debría hacer lo mismo. Como vi que él quebraba la postura, no me contenté ir
a la par con él, mas aun pasaba adelante: dos a dos, y tres a tres, y como
podía las comía. Acabado el racimo, estuvo un poco con el escobajo en la
mano y meneando la cabeza dijo:
"Lázaro, engañado me has: juraré yo a Dios que has tú comido las uvas tres a
tres."
"No comí -dije yo- mas ¿por qué sospecháis eso?"
Respondió el sagacísimo ciego:
"¿Sabes en qué veo que las comiste tres a tres? En que comía yo dos a dos y
callabas."{, a lo cual yo no respondí.