"Todo empieza con las palabras"
J.A. Unión
El Gobierno quiere aumentar las horas de clase que reciben los
alumnos de primaria y secundaria de asignaturas instrumentales:
matemáticas, ciencias y, sobre todo, lengua. La mayoría de expertos
están de acuerdo en la importancia capital de la lectura y la escritura,
no solo en sí misma, sino como llave para acceder al resto de
habilidades que trata de transmitir la escuela. Sin embargo, muchos
insisten en que más importante e imperioso que el cuánto es fijarse en
el qué y el cómo, es decir, revisar unos contenidos que empujan hacia
enseñanzas demasiado centradas en la repetición de estructuras
descontextualizadas o en la memorización de teorías gramaticales.
“Se piensa con frecuencia que leer es una técnica que se aprende en
uno o dos cursos; se actúa como si el gusto por leer fuera una
característica que forma parte del equipo de serie de los individuos; se
cree que el aprendizaje de la lectura es cuestión del área de lenguaje,
o que leer es un hábito”, escribe la profesora de la Universidad de
Barcelona Isabel Solé en el último número de la Revista Iberoamericana
de Educación, presentado la semana pasada en Salamanca durante el
Congreso Iberoamericano de las Lenguas / Leer.es. Y añade Solé que son
esas creencias las que conducen a una enseñanza que ayuda a alcanzar
unos niveles mínimos de lectura, pero que no son suficientes.
Si de lo que se trata es de que los jóvenes comprendan y puedan
utilizar con habilidad lo que leen, que sean capaces de expresarse muy
bien oralmente y por escrito en contextos diversos, ¿para qué tanta
gramática y tanta sintaxis?, ¿para qué tanto sintagma nominal y tanto
suplemento?, se preguntan muchos especialistas desde hace años. “Estamos
formando un ejército de pequeños filólogos analfabetos, que distinguen
la estructura morfológica de una frase pero no comprenden su
significado”, decía en este periódico, tras la publicación del Informe
Pisa de 2006, el escritor Luis Landero.
Sin embargo, muchos estudiosos defienden que la reflexión sobre el
idioma —lo que implicaría entre otras cosas la gramática—, es
fundamental para adquirir un uso muy avanzado de la lengua. Tal vez la
solución pasa por “la elaboración de una gramática pedagógica”, como
propone Solé. Se trataría de un texto unificado que acabara con la
dispersión actual (las diferentes teorías resultan en un caos de
materiales didácticos) y eligiera los puntos básicos para hacer posible
esa reflexión. Pero rechazando “la enseñanza centrada en la memorización
de definiciones y en ejercicios de identificación de categorías
gramaticales aisladas y de análisis sintáctico”, y llevando esas
gramáticas escolares mucho más hacia los análisis del discurso, sus
funciones, sus categorías, escribe la docente de la Universidad de
Valencia Carmen Rodríguez Gonzalo.
De hecho, otra clave insistentemente señalada es la de enseñar los
diferentes niveles de lectura: no es lo mismo hacer una búsqueda por
Internet; leer un texto de física para estudiar; las instrucciones del
horno para encenderlo o una obra literaria por placer. Ello, además de
utilizar textos reales desde los primeros pasos, con ideas que tengan
que ver con la vida del niño, “con un sentido, un propósito y una
intención”, aseguraba el viernes la orientadora escolar Pilar Pérez
Esteve. Junta a ella, durante el congreso, la profesora de la
Universidad Nacional de La Plata Mirta Castedo insistía en que quizá
muchas de las dificultades de los niños de entornos desfavorecidas a la
hora de aprender lengua se resolverían teniendo en cuenta sus contextos a
la hora de proponerles ideas y textos para el aprendizaje.
¿Y esto lo tienen que hacer solo los profesores de Lengua y
Literatura? Para muchos expertos, es una misión que compete a los
docentes de todas las áreas, y por eso defienden que reforzarla va más
allá de aumentar las horas. En el congreso de Salamanca se abordó este
tema en la mesa redonda titulada Leer para aprender en ciencias. En
ella, el profesor de secundaria Luis Balbuena mostró cómo aprender
matemáticas a partir del Quijote, y el también profesor del mismo ciclo
Mariano Martínez Gordillo defendió el uso de textos periodísticos para
aprender ciencia, por su interdisciplinariedad, capacidad para plantear
debates controvertidos, entretener y divulgar con sencillez y metáforas.