"Planto por la muerte de Trotaconventos"

Siglo XIV: Libro de Buen Amor


¡Ay muerte! ¡Muerta seas, bien muerta y malandante!
¡Matásteme a mi vieja! ¡Matárasme a mí antes!
Enemiga del mundo, no tienes semejante:
de tu memoria amarga nadie hay que no se espante.


Al que hieres tú, Muerte, nadie lo salvará,
humilde, bueno, malo, noble, no escapará;
a todos te los llevas, diferencia no habrá,
tanto el Rey como el Papa ni chica nuez valdrá;


No respetas parientes, señorío, amistad;
con todo el mundo tienes continua enemistad,
no existe en ti el amor, clemencia, ni piedad,
sino dolor, tristeza, mucha pena y crueldad.


Jamás nadie de ti se ha podido esconder
y ninguno ha podido contigo contender,
la tu venida triste no se puede entender;
cuando llegas, no quieres a ninguno atender.


Dejas el cuerpo yerto a gusanos en huesa,
el alma la separas del cuerpo con gran priesa,
no está el hombre seguro de tu carrera aviesa,
de hablar sobre ti, muerte, espanto me atraviesa;

Eres de tal manera del mundo aborrecida
que, por bien que lo quieran al hombre, aquí, en la vida,
al punto que tú llegas con tu mala venida,
todos huyen de él luego, como de res podrida;


Aquellos que gustaban en vida su compaña
aborrécenlo muerto, como a una cosa extraña,
sus parientes y amigos, todos le tienen saña,
todos huyen de él, como si fuese araña;
(...)
Haces al que es muy rico yacer en gran pobreza:
no tiene ni una blanca de toda su riqueza,
el que en la vida es bueno y de mucha nobleza
es hediondo en la muerte y lleno de vileza.


No se encontrará un libro, un escrito, una carta,
hombre sabio ni necio que de ti buen departa;
nada existe en el mundo que bien de ti se parta;
excepto el cuervo negro que de ti, muerte, se harta;


Señores, no queráis ser amigos del cuervo:
temed sus amenazas y no cumpláis su ruego.
El bien que hacer pudiereis hacedlo luego, luego,
que moriréis mañana, pues la vida es un juego:
(…)
Los ojos que eran bellos, los vuelves hacia el techo
y, de pronto, los ciegas, ya no son de provecho;
enmudeces el habla, enronqueces el pecho,
en ti todo es maldad, pesadumbre y despecho.


El oír y el oler, el tañer, el gustar,
todos cinco sentidos los vienes a tomar;
no hay nadie que te sepa bastante denostar.
¡Cuánto mal de ti dicen donde llegas a entrar!


Olvidas la vergüenza, afeas la hermosura,
marchitas toda gracia, ofendes la mesura,
debilitas la fuerza, trastornas la cordura,
tornas lo dulce en hiel con tu mucha amargura.
(…)
¡Ay, mi Trotaconventos! ¡Leal amiga experta!
En vida te seguían, mas te abandonan muerta.
¿Dónde te me han llevado? Yo no sé cosa cierta;
no vuelve con noticias quien traspone esa puerta.

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