Idioma mundial
Elena M. Pimpinela
Los
juramentos, los insultos y las blasfemias son recursos idiomáticos
inherentes a todas las lenguas del mundo. Los temas más recurrentes en
la creación de tacos hacen referencia a los desechos humanos, a Dios y a
la religión y, en gran medida, al sexo. Dependiendo de cada cultura su
empleo varía de forma considerable. En la mayoría de los países su grado
de utilización está íntimamente relacionado con el nivel cultural y
social del hablante. Sin embargo, existen territorios –España sobre
todo– en los que el respeto hacia el interlocutor se relaja cada vez
más, lo que produce que los tacos tengan mayor aceptación. Algo
impensable en cualquier otro país del mundo, donde su uso se restringe a
los jóvenes o a las situaciones en las que hay un alto nivel de
confianza entre los hablantes.
Alemanes, portugueses, holandeses, flamencos y franceses suelen ser los más recatados. Pero dentro de estas lenguas existen ciertas particularidades, como la de los franceses de origen árabe, que hacen que la incorrección alcance cotas muy altas al incorporar expresiones xenófobas. Un ejemplo: “Je nique ta race” (maldigo tu raza, una frase que, sin embargo, es usada ante contratiempos banales).
Alemanes, portugueses, holandeses, flamencos y franceses suelen ser los más recatados. Pero dentro de estas lenguas existen ciertas particularidades, como la de los franceses de origen árabe, que hacen que la incorrección alcance cotas muy altas al incorporar expresiones xenófobas. Un ejemplo: “Je nique ta race” (maldigo tu raza, una frase que, sin embargo, es usada ante contratiempos banales).
Los anglófonos son, en general, bastante malhablados, pero poco
originales. En ese aspecto, holandeses y flamencos son muy imaginativos.
En Amsterdam, un ciudadano enojado le deseará finamente que le
sodomicen (“sodemieter op!”); y en Amberes tal vez oiga que es un
“escroto” (“klootzak”). ¿Y los más comedidos? Los japoneses, y en
especial las mujeres, que siguen desempeñando un papel ancestral de
virtud, sumisión y mesura. Ni siquiera los jóvenes nipones se sueltan la
melena. En el país del sol naciente, donde el respeto cimenta la
convivencia, los tacos apenas existen y son casi de uso exclusivo de
maleantes o de la “yakuza” (mafia).
En cuanto a las palabras de mal gusto utilizadas para mostrar cierta
disconformidad ante una situación concreta, la mayoría de las lenguas
europeas, como por ejemplo el francés o el alemán, opta por expresarla
mediante una sonora alusión a las heces: “shit” (en Inglaterrra),
“merde” (en Francia), “scheisse” (en Alemania). También se decantan por
ella los árabes (que exclaman “jra”). Los italianos emplean a menudo la
palabra relativa al pene, en su versión coloquial y en sus distintos
dialectos (“cazzo”, “minchia”), para expresar la sorpresa o el enfado.
Sólo los anglófonos se asemejan más a los españoles y muy a menudo no
pueden evitar colar en cualquier frase una referencia al acto sexual
(“fuck” es la expresión más recurrida, que se corresponde a nuestro
“joder”). Aunque cuando se trata del término que designa al órgano
sexual femenino, tan mentado en España, las cosas cambian. En el norte
de Italia está extendido (“figa”) y atiende a los mismos usos que en
castellano, pero llamar esto a un ciudadano inglés supone una enorme
falta de respeto a su inteligencia. Si se dirige hacia una mujer es
inadmisible y es tomado como una grosería machista. Mucho menos aceptado
es el uso de los insultos. Franceses, alemanes, británicos, turcos e
italianos consideran como un grave ataque a su persona ser tratados de
hijos de p... También es común a todos ellos el enfado si se hace
referencia a una supuesta homosexualidad.
Dentro del género femenino, lo que no es tolerable en ningún caso es ser
comparada con una prostituta. A partir de ahí, las sensibilidades
varían. Un italiano perderá los nervios si se le trata de “cornuto” o si
se meten con su hermana; un holandés no soporta que alguien le desee
que se muera de una enfermedad; y para un turco la mayor afrenta será
llamarle burro y meter en esta categoría a su padre (“esek oglu esek”).
En el caso de los árabes la situación se complica en el momento en el
que se maldice la religión de la madre (“nâal din mouk”) o cuando se le
insinúa ser un “hijo de lo ilícito” (“wald al harem”). También existen
insultos que, siendo menos ofensivos, resultan graciosos: en estas lides
los más originales son los belgas flamencos, que comparan al adversario
con un trapo sucio (“smeerlap”). Por último, es curioso que sea en el
país europeo con mayor tradición religiosa, Italia, donde más
improperios se dedican a Dios. Nadie como los italianos para, además de
tratar de sucias a las divinidades, acusar a Eva de meretriz (“puttana”
Eva). Tampoco dudan en desear una maldición a los muertos de uno y en el
sur van más lejos. Esa maldición salpica hasta a los muertos de los
muertos: “I muort’ e chi t’e muort”, podrá oír si viaja a Nápoles.