Cervantes o la crítica de la lectura

(1928-2012)
Cervantes o la crítica de la lectura (1994)


Resulta que ese pícaro, galeote convicto y falso titiritero, Ginés de Pasamonte, alias Ginesillo de Parapilla, alias Maese Pedro, está escribiendo un libro sobre su propia vida. ¿Está terminado el libro?, pregunta Don Quijote. Y Ginés le contesta: ¿Cómo va a estarlo, si mi vida aún no termina?
 
Esta es la última pregunta de Cervantes: ¿quién escribe los libros y quién los lee? ¿Quién es el autor del Quijote? ¿Un tal Cervantes, más versado en desdichas que en versos, cuya Galatea ha leído el cura que hace el escrutinio de los libros de don Quijote? ¿Un tal de Saavedra, mencionado por el Cautivo con admiración, en razón de los hechos que cumplió y todo por alcanzar la libertad?
 
Cervantes, como don Quijote, es leído por los personajes de la novela Quijote, libro sin origen autoral y casi sin destino, agonizante apenas nace, reanimado por los papeles del historiador arábigo Cide Hamete Benengeli, que son vertidos al castellano por un anónimo traductor morisco y que serán objeto de la versión apócrifa de Avellaneda... Puntos suspensivos. El círculo de las lecturas se reinicia. Cervantes, autor de Borges; Borges, autor de Pierre Ménard; Pierre Ménard, autor del Quijote.
 

Cervantes deja abierto un libro donde el lector se sabe leído y el autor se sabe escrito y se dice que muere, en la misma fecha aunque no en el mismo día que William Shakespeare. Eduardo Lizalde me contaba ayer que Augusto Monterroso sostiene que ambos eran el mismo personaje, que las prisiones y deudas y combates de Cervantes fueron ficciones que le permitieron disfrazarse de Shakespeare y escribir su obra de teatro en Inglaterra, en tanto que el comediante Shakespeare, el hombre de las mil caras, el Lon Chaney isabelino, escribía el Quijote en España. Esa disparidad entre los días reales y la fecha ficticia de una muerte común permitió al espectro de Cervantes trasladarse a Londres a tiempo para volver a morir en el cuerpo de Shakespeare. No sé si se trata del mismo personaje, pues los calendarios en Inglaterra y España nunca han sido los mismos, ni en 1615 ni hoy.

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