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Mostrando entradas de octubre, 2013

"El gigante egoísta"

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Oscar Wilde (1854-1900) Cada tarde, a la salida de la escuela, los niños se iban a jugar al jardín del Gigante. Era un jardín amplio y hermoso, con arbustos de flores y cubierto de césped verde y suave. Por aquí y por allá, entre la hierba, se abrían flores luminosas como estrellas, y había doce albaricoqueros que durante la primavera se cubrían con delicadas flores color rosa y nácar, y al llegar el otoño se cargaban de ricos frutos aterciopelados. Los pájaros se demoraban en el ramaje de los árboles, y cantaban con tanta dulzura que los niños dejaban de jugar para escuchar sus trinos. -¡Qué felices somos aquí! -se decían unos a otros. Pero un día el Gigante regresó. Había ido de visita donde su amigo el Ogro de Cornish, y se había quedado con él durante los últimos siete años. Durante ese tiempo ya se habían dicho todo lo que se tenían que decir, pues su conversación era limitada, y el Gigante sintió el deseo de volver a su mansión. Al llegar, lo primer

Tesoro

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Manuel Vicent EL PAÍS , 13/10/2013 Está amaneciendo. Es la hora de los pájaros. A los colegios e institutos llegan en bandadas niños y chavales cargados con sus mochilas. Ellos no lo saben, pero todos se dirigen a la isla del tesoro. Puede que ignoren dónde está ese mar y en qué consiste la travesía y qué clase de cofre repleto de monedas de oro les espera realmente. El patio del colegio se transforma, de repente, en un ruidoso embarcadero. Desde ese muelle lleno de mochilas cada alumno abordará su aula respectiva, que, si bien no lo parece, se trata de una nave lista para zarpar cada mañana. En el aula hay una pizarra encerada donde el profesor, que es el timonel de esta aventura, trazará todos los días el mapa de esa isla de la fortuna. Ciencias, matemáticas, historia, lengua, geografía: cada asignatura tiene un rumbo distinto y cada rumbo un enigma que habrá que descifrar. La travesía va a ser larga, azarosa, llena de escollos. Muchos de estos niños y chavales

"Sin noticias de Gurb..."

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Eduardo Mendoza (1943-) Sin noticias de Gurb (1990) Día 9   00.01 (hora local). Aterrizaje efectuado sin dificultad. Propulsión convencional (ampliada). Velocidad de aterrizaje: 6.30 de la escala convencional (restringida). Velocidad en el momento del amaraje: 4 de la escala Bajo-U1 o 9 de la escala Molina-Clavo. Cubicaje: AZ-0.3. Lugar de aterrizaje: 63º (IIB) 28476394783639473937492749. Denominación local del lugar de aterrizaje: Sardanyola. 07.00. Cumpliendo órdenes (mías) Gurb se prepara para tomar contacto con las formas de vida (reales y potenciales) de la zona. Como viajamos bajo forma acorpórea (inteligencia pura-factor analítico 4800), dispongo que adopte cuerpo análogo al de los habitantes de la zona. Objetivo: no llamar la atención de la fauna local (real y potencial). Consultado el Catálogo Astral Terrestre Indicativo de Formas Asimilables (CATIFA), elijo para Gurb la apariencia del ser humano denominado Marta Sánchez. 07.15. Gurb abandona la

Ricos y pobres

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Eduardo Mendoza (1943-) Sin noticias de Gurb (1990) 21.00 Concluyo el recorrido del barrio de Pedralbes sin haber encontrado a Gurb, pero muy gratamente impresionado por lo elegante de sus casas, lo recoleto de sus calles, lo lozano de su césped y lo lleno de sus piscinas. No sé por qué algunas personas prefieren habitar en barrios como San Cosme, de triste recuerdo, pudiendo hacerlo en barrios c omo Pedralbes. Es posible que no se trate tanto de una cuestión de preferencias como de dinero. Según parece, los seres humanos se dividen, entre otras categorías, entre ricos y pobres. Es ésta una división a la que ellos conceden gran importancia, sin que se sepa por qué. La diferencia fundamental entre los ricos y los pobres, parece ser ésta: que los ricos, allí donde van, no pagan, por más que adquieran o consuman lo que se les antoje. Los pobres, en cambio, pagan hasta por sudar. La exención de que gozan los ricos puede venirles de antiguo o haber sido obtenida rec

"Un extraterrestre de compras"

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Eduardo Mendoza (1943-) Sin noticias de Gurb (1990) 15.00  Ahora que dispongo de dinero, decido recorrer la zona céntrica de la ciudad, y visitar sus afamados comercios. Ha vuelto a nublarse, pero por el momento parece que el tiempo aguanta. 16.0   Entro en una boutique. Me compro una corbata . Me la pruebo. Considero que me favorece y me compro noventa y cuatro corbatas iguales. 16.30   Entro en una tienda de artículos deportivos. Me compro una linterna, una cantimplora, un camping buta-gas, una camiseta del Barça, una raqueta de tenis, un equipo de wind-surf (de color rosa fosforescente) y treinta pares de zapatillas de jogging. 17.00   Entro en una charcutería y me compro setecientos jamones de pata negra. 17.10   Entro en una frutería y me compro medio kilo de zanahorias. 17.20   Entro en una tienda de automóviles y me compro un Maseratti .  17.45   Entro en una tienda de electrodomésticos y lo compro todo. 18.00   Entro en una j

"La araña"

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Hanns Heinz Ewers  (1871-1943)   Y en eso reside la voluntad, que no muere. ¿Quién conoce los misterios de la voluntad, y su fuerza? Glanvill. Cuando el estudiante de medicina Richard Bracquemont decidió ocupar la habitación número siete del pequeño hotel Stevens, situado en el número 6 de la rue Alfred Stevens, tres personas se habían ahorcado en esa misma habitación colgándose del dintel de la ventana en tres viernes sucesivos. El primero era un viajante de comercio suizo. Su cuerpo no se encontró hasta la tarde del domingo; pero el médico dedujo que su muerte debió de haberse producido entre las cinco y las seis de la tarde del viernes. El cuerpo colgaba de un robusto gancho hincado en el dintel de la ventana, que normalmente se utilizaba para colgar ropa. La ventana estaba cerrada. El muerto había utilizado el cordón de la cortina. Como la ventana era bastante baja, sus piernas arrastraban por el suelo casi hasta las rodillas. El suicida debió desarroll

"El fantasma de Canterville"

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Oscar Wilde (1854-1900) Cuando el señor Hiram B. Otis, el ministro de Estados Unidos, compró Canterville-Chase, todo el mundo le dijo que cometía una gran estupidez, porque la finca estaba embrujada. Hasta el mismo lord Canterville, como hombre de la más estricta honradez, se creyó en el deber de hacérselo saber al señor Otis cuando llegaron a discutir las condiciones. -Nosotros mismos -dijo lord Canterville- hemos renunciado a vivir en ese sitio desde la época en que mi tía abuela, la duquesa de Bolton, tuvo un desmayo, del que nunca se repuso por completo, motivado por el espanto que experimentó al sentir que dos manos de esqueleto se posaban sobre sus hombros, mientras se vestía para cenar. Me creo en el deber de decirle, señor Otis, que el fantasma ha sido visto por varios miembros de mi familia, que viven actualmente, así como por el rector de la parroquia, el reverendo Augusto Dampier, agregado de la Universidad de Oxford. Después del trágico accidente ocurrido a la